Más de uno de cada seis jóvenes ha dejado de trabajar desde el inicio de la pandemia del Covid19, tal y como muestran los datos de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Son datos alarmantes, especialmente cuando echamos la vista atrás y recordamos que ya fueron los jóvenes uno de los colectivos más duramente golpeados por el impacto de la crisis financiera.
En 2008, el desempleo juvenil europeo era del 16% y, cinco años después, en 2013, esa cifra llegó a alcanzar el 24,4%.
Si bien los datos fueron disminuyendo con el paso de los años hasta llegar a mínimos históricos (14,9%), la crisis del Covid19 ha vuelto a disparar estos números poniendo en evidencia las dificultades a las que muchos jóvenes se siguen enfrentando a la hora de incorporarse al mercado laboral. No podemos volver a dejar a una generación atrás.
Precisamente, con ese objetivo, la Comisión Europea presentó el pasado 1 de julio su propuesta “Apoyo al Empleo Juvenil: un puente hacia el empleo para la próxima generación”, un programa de apoyo con el que se pretende ofrecer a los jóvenes todas las oportunidades para desarrollar su máximo potencial, reforzando para ello el sistema de Garantía Juvenil, un mecanismo que desde su creación en el año 2013 ya ha ayudado a más de 24 millones de jóvenes menores de 25 años a incorporarse en el mercado laboral.
Este proyecto lleva la marca de nuestra familia política, no solo porque los socialdemócratas europeos venimos defendiendo desde 2008 la necesidad de desarrollar políticas que ayuden a combatir el desempleo juvenil, sino porque este nuevo programa incluye algunas de las medidas propuestas por los Young European Socialists (YES) en nuestro “Plan de Recuperación para la Juventud”, que pudimos debatir con el Comisario de Empleo y Derechos Sociales, el socialista Nicolas Schmit.
En ese documento, propusimos fortalecer la Garantía Juvenil ampliando el baremo de edad de las personas beneficiarias a todos los jóvenes menores de 30 años.
También defendimos que el sistema debía poder adaptarse a las diferentes situaciones de los más jóvenes y que tenia que promover el asesoramiento y la orientación personalizada, ya que muchos jóvenes se abruman a la hora de decidir su futuro y es básico ofrecer ayuda para encontrar la vocación.
Por último, también incidimos en que el paquete renovado tenía que apoyar la diversidad y la inclusión, para llegar a los grupos más vulnerables o desfavorecidos, como las personas con discapacidad, abordando los estereotipos de género, raciales y étnicos. Todas estas peticiones han sido incluidas en el paquete, por lo que nos sentimos muy orgullosos.
No obstante, si bien el proyecto es un buen paso inicial, debemos seguir trabajando. Tengo que admitir que he echado en falta más referencias al vínculo entre la “calidad” en el empleo o en la oferta de empleo y la financiación. La mayoría de los jóvenes trabajan de forma temporal o a tiempo parcial y con salarios muy bajos. Si queremos que los jóvenes puedan emanciparse e iniciar su propio proyecto de vida, es esencial que tengan un empleo digno, justo y de calidad. Estamos ante una de las generaciones de jóvenes mejor preparada de la historia, tenemos que aprovecharla.
Por ello, ahora nos toca ponernos manos a la obra. El momento es complicado debido a las dificultades que ha traído consigo la pandemia, pero no podemos rendirnos. Tenemos que trabajar para impulsar el desarrollo de criterios de calidad reales y efectivos, que puedan ser aplicados por todos los Estados Miembros, sin excepción. Y tenemos que garantizar que todos los países inviertan, tal y como ha propuesto la Comisión, al menos 22.000 millones de euros en el empleo juvenil.
Necesitamos el compromiso de todos. Los jóvenes de hoy tienen en sus manos el futuro, y las instituciones tienen que trabajar para brindarles las mejores oportunidades.
Alícia Homs
Diputada del PSIB-PSOE en el Parlament Europeu